Gén 9,8-15: Pondré mi
arco iris en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra
Salmo 24: Descúbrenos,
Señor, tus caminos
1Pe 3,18-22: El agua
del diluvio es un símbolo del bautismo, que los salva
Mc 1,12-15: Fue tentado
por Satanás y los ángeles le servían
La primera lectura,
Génesis 9, contiene la «alianza de Dios con Noé». La alianza famosa, la más
importante, tendrá lugar más tarde, la alianza con Abraham. La Alianza con Noé
pertenece a un segundo plano de “la economía de la salvación”. ¡Nunca más habrá
diluvio para destruir la tierra!, le asegura Dios a Noé (Gn 9,11). Y esta
promesa va acompañada de un memorial: el arco iris, señal del nuevo pacto entre
Dios y la humanidad.
¡El miedo al “diluvio”
ha sido quebrado! Ahora tenemos una nueva alianza a partir de una alternativa
de vida para todos los seres vivientes. El arca que ha abrigado a la familia se
transforma en una gran casa acogedora de la vida, en donde el cuidado con los
animales se destaca de una manera especial (Gn 9,1-7). Es la casa de la vida que
coloca al ser humano en comunión con la tierra, con la naturaleza, con el
cosmos.
El río Jordán, el
desierto, y la Galilea son como un mismo “hilo conductor” de un desplazamiento
fundamental que da inicio al evangelio de Marcos. Ahí percibimos el movimiento
del reino de Dios que nos invita a movilizarnos en búsqueda de nuestros propios
“lugares del Reino” donde se concreten y desarrollen nuestras opciones por la
vida, por la dignificación de las
personas y de las comunidades.
El río Jordán evoca
grandes y significativos hechos de la historia de Israel. El más importante,
sin duda, cuando Josué y el grupo del desierto atraviesan el río para entrar en
la tierra prometida (Jos 3-4). Relato de los orígenes de aquel proyecto de vida
igualitaria revelado por Dios a los esclavos fugitivos de Egipto. A partir de
esta memoria primordial, Juan el Bautista convoca al pueblo alrededor de una
nueva esperanza mesiánica. Allí también acude Jesús, procurando “las aguas de
Juan”.
El desierto es muy
frecuentemente mediación de discernimiento, formación y maduración en el
proyecto de Dios. Jesús es llevado por el Espíritu al desierto, lugar por
excelencia donde Israel aprendió a ser pueblo. Sujeto y proyecto anudados
alrededor de la memoria del éxodo dando inicio al evangelio de Jesús.
Galilea es el lugar
donde Jesús concreta su opción de humanidad y de humanización. Esta geografía
es para Jesús el espacio vital del Reino. Es un mar, una tierra y un pueblo
abierto a las naciones del entorno. Las fronteras se “cruzan” dando lugar a la
inclusión de lo diverso en múltiples “misturas”. Favorabilidad donde madura e
irrumpe el kairós del reino de Dios.
El paso del Jordán al
desierto, plantea la articulación de movimientos mesiánicos proféticos que
tienen en esos lugares, sus fuentes de inspiración y de organización. La
confrontación con Satanás, como principio cósmico del mal que Marcos lo vincula
con la enfermedad, la marginación y la muerte de los pobres, será para Jesús la
definición de su vida por la ruta del reino de Dios. El desierto deja de ser
lugar de prueba y penitencia según la tradición judía, para convertirse en
lugar de aprendizaje definitivo en la confrontación y el desequilibrio. El
Espíritu de Dios lleva a Jesús hasta la memoria fundacional de Israel, donde,
venciendo a Satán, la vida se torna en fidelidad hacia Dios y hacia lo humano.
El simbolismo de los
“cuarenta” tiene que ver con el trauma del nuevo nacimiento. Los poderes de la
historia se hallan enfrentados: Jesús como principio de la humanidad liberada
desde Dios, y Satanás, que es signo y causa de la muerte en el mundo. Nos
hallamos frente al relato de un nuevo origen. Marcos re-escribe la historia,
llevándonos del agua del bautismo a la re-construcción de la humanidad, para
decirnos que Jesús está ahí apostando por una opción de vida, dignidad y
felicidad humana. Pero Jesús no asume el combate solitario. Está junto con los
animales y los ángeles como evocando un nuevo paraíso. El servicio angélico
comunica esperanza y porta salvación. Al retomar el “paraíso” para re-iniciar
el camino de lo humano, Jesús cuenta con fuerzas naturales y angelicales (la
tierra y el cielo) favorables. Jesús se encuentra entre la tentación satánica y
el servicio angélico. Es el dilema que permanentemente enfrentaremos. Marcos ha
evocado estos poderes como en un espejo para que podamos mirarnos en ellos. Nos
ha dicho lo que es tentar y servir, nos ha arraigado en la “historia original”.
Ya en la historia concreta esos actores sobrenaturales desaparecen y es cuando
Jesús nos enseña a servir, sirviendo a su comunidad discipular.
Obviamente, los
cuarenta días del desierto no desaparecen. Duran todo el evangelio, toda la
vida. Son paradigma de la contradicción y el desequilibrio que permanentemente
atraviesan la historia. En la trama de la vida humana se ha venido a introducir
y decidir la trama de pecado y esperanza de todos los vivientes (incluidos los
animales, los ángeles y los diablos).
En definitiva, la
liturgia nos presenta este evangelio del comienzo del ministerio de Jesús, por
paralelo con el comienzo de la cuaresma. La Cuaresma es la vida humana...
Para la revisión de
vida
Acaba de comenzar la
Cuaresma. ¿Qué va a significar para mí? Tal vez puedo darle un significado
personal, diferente, el que yo quisiera que tuviera… Tengo espacio para la
originalidad y creatividad. ¿Qué voy a hacer?
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